lo escrito

viernes, 14 de agosto de 2009

aasu sereburaashion '09: día menos dos

Iba esta cronista caminando muy tranquilamente hacia el centro de informaciones del pueblito de Ogi, en la isla conocida como Sado, a ver si podía encontrar el punto de conexión a internet que le habían marcado en el mapita el día anterior y que (infructuosamente) había intentado localizar. Luego veremos porqué.

Little did she know... pero si algo hace esta chica, es seguir el sonido de los tambores cuando los escucha de lejos. Así que, con el corazón medio apurado, dejó que sus pies siguieran el caminito que marcaban los taikos. Taikos grandes, por el barullo que armaban. Una escalerita por aquí, bajamos corriendo, una esquinita arbolada por allí, la puerta roja de un templo por acullá. La escuela primaria de Ogi. Lugar raro para taikos, pero no paran de sonar...

Y, cuando la chica llega a la puerta de lo que parece el gimnasio de la escuela, se escuchan acordes de guitarra eléctrica, un bajo, algún teclado y un tipo que canta en otro idioma (más) que no entendemos... y la canción es esa que la chica vio el otro día, sip, cuando estaba tratando de investigar un poquitín sobre quiénes serían estos Blof, que este año estaban de invitados en la EC.

La primera impresión es la de estar viendo una foto en movimiento. Los de Kodõ caminan por ahí, respiran, le dan a algún okedo, precalientan. Algunos de los que estuvieron el año pasado en Baires, y otros, como salidos de un videíto pero a metros de distancia. Y los holandeses, claro, una cabeza y media por arriba del resto de los presentes.

El chabón del mohawk. La mujer que canta solista en acrópolis, con esa voz tan hermosa (Yoko Fujimoto). Mas tarde el señor que le da al odaiko en fundoshi (Don Fujimoto) pasa a mirar, esta vez en remerita y tamangos (y sin odaiko) y una toallita al cuello (todo el mundo usa toallas por aca, atsui desu ne!), una chica con una voz dulcísima que es la que se ve en el video cantando con el cantante de Blof. Y ahora está cantando con el cantante de Blof, me cacho!!!

Me descalzo en la entrada y miro a ver si no hay problemas en sentarme a mirar. Un muchacho me dice que esto es para prensa, insisto un poquito, pero me redirecciona a una de las puertas del costado. Igual, estoy a diez metros, hay gente repasando bailecitos, alguno dándole a un paranku, un par de chicas armando las banderas de papel que supongo van a estar revoleando en el escenario. Me pongo a sacar fotos como una desquiciada, y una señorita se me acerca y me dice no shashin. Snif. Guardo la cámara y me siento a mirar.

Entre ensayo y ensayo, cambios de instrumento (pasan por el piso del gimnasio flautas de todos los tamaños, okedos, wadaikos, un koto, las castañuelas que no me acuerdo como se llaman, platillos (eiichi toca unos grandotes con un sonido muy peculiar, bajo y pegajoso que se queda retumbando un momento y que contrasta muy bien con otros mas agudos que toca el chico del mohawk y que se quedan retintineando).

El batero de Blof se para al lado de uno de los shime y el chabón del paranku (no se quien será, pero es super simpático) se pone a darle una clase introductoria al taiko. Me mato de la risa cuando lo veo hacer lo que hacemos todos... duro como rulo de estatua frente al tambor, y bien pegadito con los brazos cual velociraptor. Claro que el muy puto saca Zoku en dos segundos y hace unas preguntas que me pierden totalmente sobre qué viene después en la canción. Eiichi llega corriendo y le palmea los hombros para que los relaje. Je.

Después del almuerzo (me fui a comprar algo a un super que había cerquita), vuelvo a sentarme a almorzar a unos arbolitos con mesas que hay enfrente a la escuela, e incidentalmente frente al puerto. Una vista espectacular, el agua abajo de los cascos de los barcos pesqueros anclados (barcos chiquitos, llenos de colores) es transparente y llena de pececitos. Pero diviso una figura tirada durmiéndose una siesta sobre el pasto (¿Eiichi?) y reruteo hacia las escaleritas arboladas del templo para no molestar.

Y a la tarde... tiembla el piso cuando todos se calzan los okedos y se ponen a tocar en patota. Después Zoku, y casi se me pianta un lagrimón. El batero se pone frente a una batería de taikos y se manda una impro sobre el tema. Repiten varias veces hasta engancharla bien, y se vuelve muy contento a su batería, dando salticos.

Algunos temas más y vuelve el koto. Finalmente el cantante dice 'we quit' y se da por terminado el día. Me quedo un rato a ver como desarman, mientras los taikos ruedan enfundados hacia el camión.

Y me voy saltando contenta. Llego al edificio en el que me dijeron que me podía conectar a la internec... es una ¿oficina publica? Con razón no la había visto. Luego de insistir un poquitín, me dejan conectarme por 300 morlacos. Desenfundo y posteo y salgo corriendo. Hay una obra de teatro Noh en un pueblo cercano a la tarde, así que hago tiempo caminando por el puerto hasta que se hace la hora del colectivo.

Una cosa muy tradicional de esta área son los barquitos de pesca hechos con toneles (tarai bune), que usan las mujeres para salir a pescar, pero que además es parte de la industria turística de la isla, así que te llevan a dar una vuelta. Pero me contento con sacar foticos. Los movimientos con el remo son rítmicos y coordinados. No se ven las caras, ocultas por el sombrero de paja semicircular que tantas veces hemos visto en esos videítos de Kodo. Moño rojo, que parece ser algo importante el color (marca la zona).
Otra cosa muy tradicional son los caquis congelados... riquísimos! (hay de descongelarlos un poco antes de comerlos, ¿eh?)

En realidad, el micro que me tomo es el último de ida a Õda, y no hay micros de vuelta. Ya improvisaré. Japón no es muy hitchiker friendly y yo me dejé mi toalla en el hotel, pero algo haré.

La obra se presenta en el puerto pesquero de õda, y es Hagoromo (la del pescador que encuentra el vestido de la doncella celestial y se lo devuelve a cambio de que dance para él). Me encuentro con una canadiense y un venezolano que habían venido conmigo en el micro, y que están tan colgados como yo para lo de la vuelta. Les cuento un poco de que viene la historia, me imagino que debe ser bastante aburrido estar viéndola sin tener idea de que hace la mina esa con la máscara en el escenario. Antes de sentarme me hago de una bandejita de takoyaki y una cervecita, claro.

Después de la obra, bailes en una carroza con abanicos, y después oniodori! Nunca había visto y me encanto. Hay que aprender! Dos onis (uno rojo y otro azul) y dos chicos bailando, uno una pulguita y otro mas grande. Y un señor vestido de amarillo que bailaba con plata en la mano y que daba vueltas en el escenario con una coordinación impresionante, a pesar de que sus movimientos eran aparentemente torpes. Taiko y varias flautas, lindo!

Después de eso me las pique para ver si empezaba a hacer dedo antes de que se levantara todo el mundo. Empezaban los fuegos artificiales, así que iba con tiempo. Me plante frente a una maquina expendedora de gaseosas y levante el pulgar. Los locales no suelen levantar mochileros, pero bueno. Empezaba a calar el fresquete marino... ('y yo sin mi saquito, que marmota mamita...') pero igual algo de calorcito me quedaba en algún lado :)

Al rato me levanto una pareja, Reiko-san y Sanshiro-san, que me dijeron que iban a Ogi, pero que en el camino iban a parar en el Bon Odori de Yamada, una villa en las montañas, que si no era problema. ¿Qué si no era problema? Me tenían sentada en el asiento de atrás en lo que se tarda en decir.
Eso, en nada.
Así que Obon! Odori! Lo andaba buscando por todos lados y mirá donde y cómo lo vengo a encontrar. Bailamos tres temas, último un Sado Okesa, con movimientos lentos de manos y aplausos, alrededor de la yagura donde niñas, damas y abuelitos con micrófono cantaban, y los señores se turnaban para darle al taiko. Flautas también. Se nos pegó el típico borracho de la fiesta, así que mi versión de Sado Okesa tuvo que tener extra-cuidado, porque el señor insistió en darnos una clase a Reiko-san y a mi y en menos de cinco minutos lo tenia medio arriba, pero bueno. Omoshiroi!

Me terminaron alcanzando hasta el hotel, un par de personajes super amables, nos matamos de la risa todo el camino. Traté de dejarles una lata de mikan (que era lo único que tenia arriba en la mochila) pero no quisieron, me pidieron a cambio que si algún turista japonés se encontraba varado en Argentina, que fuera amable con ella. (Y me acorde de Naoki, en que andará el caballero que tenia la cama de abajo de la mía en ese albergue en la Angostura, con el que terminamos jugando rol en la Cofradía). Así que, promesa mediante, me infiltré nuevamente en mi habitación y aquí estoy, a la mañana siguiente, palpitando lo que va a ser el día menos uno de la EC 2009.

2 comentarios:

Andrea Camilleri dijo...

No lo puedeo creer ... genial todo !! me encantan tus crónicas, en relacion al Bon Odori... que buenos recuerdos....
Seguí disfrutando...
Besos
Andre

chalten dijo...

Un abrazo Andre!!!