lo escrito

miércoles, 14 de junio de 2006

Los puntos: (flotando) sobre las íes.

Un ejercicio de puntuación viejo que estaba releyendo y que me gustó. Lo reusé en un cuento sobre unas mantarayas medio extrañas. Bicho raro la mantaraya.

1) Ejercicio sin símbolos de puntuación

Pensar y flotar

Pensar y flotar tienen varios puntos en común y hay cosas que solamente pueden pensarse flotando entre los corales porque las paredes aquí son reales y libres y me siento en mi casa no encerrado artificialmente como en mi casa aquí estoy en una cueva viva de coral y piedra y algas y anémonas que ululan visualmente y pienso entonces que el viento es agua y que el aire quizás no exista más que en mi mente la que cobija el encierro las paredes los lugares y respirás y tenés que estar consciente para respirar porque si dejás de pensar un segundo en lo que estás haciendo zás y te cortaste contra un reborde filoso del coral o te pasaste por una centena de metros una decena de segundos y lo siguiente que hacés es estrellarte contra algo o dejar un reguero de sangre que puede atraer a los tiburones como un rastro de rubíes gemas preciosas que intento ocultar para que ellos no me roben la vida me desintegren a dentelladas violentas como a aquél delfín que flotaba nadando elástico suave y Ellos llegaron un Ellos violento y yo con la cámara tuve que apagarla me parecía un crimen no poder hacer nada yo era un tiburón y era el delfín pero mejor pensar en éste arrecife aquí ahora tantos colores y arriba un hueco por donde el sol pasa sus rayos como agujas y me deja ver la vida en la piedra ahí se movió algo ahí está de nuevo qué es qué es parece una anguila o quizás una morena deslizándose despacio boca abierta cerrada abierta de nuevo y me encuentro respirando en su mismo tiempo y luego el tiempo es el de las olas en la superficie y un tirón y me siento a mirar el barco desde el arrecife respiro



2) Punteado, cambios mínimos de puntuación.

Pensar y flotar

Pensar y flotar tienen varios puntos en común y hay cosas que solamente pueden pensarse flotando entre los corales: Las paredes aquí son reales y libres y me siento en casa; no encerrado artificialmente, como en mi casa. Aquí estoy en una cueva viva de coral y piedra, algas y anémonas que ululan visualmente. Entonces, pienso que el viento es agua y que el aire quizás no exista más que en mi mente, la que cobija el encierro, las paredes y los lugares.
Respirás. Y tenés que estar conciente para respirar, porque si dejás de pensar un segundo en lo que estás haciendo… ¡Zás!, te cortaste contra un reborde filoso del coral y dejás un reguero de sangre que puede atraer a los tiburones como un rastro de rubíes, gemas preciosas.
Intento ocultarlas para que ellos no me roben la vida, me desintegren a dentelladas violentas. Como a aquél delfín que flotaba nadando, un elástico suave. Ellos llegaron, un Ellos violento, y yo con la cámara. Tuve que apagarla, me parecía un crimen no poder hacer nada. Y yo era un tiburón y era el delfín… pero mejor pensar en éste arrecife: Aquí, ahora, con tantos colores.
Arriba hay un hueco por donde el sol pasa sus rayos como agujas y me deja ver la vida en la piedra. Ahí se movió algo. Ahí está, de nuevo. ¿qué es? ¿qué es? Parece una anguila, o quizás una morena deslizándose despacio. Boca abierta, cerrada, abierta de nuevo; y me encuentro respirando en su mismo tiempo. Y luego el tiempo es el de las olas en la superficie: Un tirón y me siento a mirar el barco desde el arrecife.


3) Punteado, reescritura.

Pensar y flotar

Hay varios puntos que pensar y flotar comparten, y hay algunas cosas que solamente pueden pensarse mientras se flota entre los corales. Las paredes de un arrecife de coral no marcan un límite, forman una cueva viva de coral y piedra. Al mirar las algas y anémonas que ululan visualmente pienso que aquí soy libre y siento que estoy en casa, no encerrado artificialmente por las paredes de mi casa. Pero, aquí se hace evidente que es mi mente la que cobija el encierro, las paredes y los lugares. Y el aire, aquí abajo el aire está, mas que nunca, solo en mi mente.
Respirar es un acto consciente acá abajo. Un segundo, una distracción mínima y ¡zás!, te cortaste con el reborde filoso del coral. La sangre deja huella para los tiburones, ladrones de joyas tras la pista de una carga de rubíes.
Intentaré ocultarlas entonces, para que no me roben la vida, me desintegren en violentas dentelladas.

viernes, 2 de junio de 2006

Fénix kite

Caminando con las manos en los bolsillos, zigzagueando, circando el lago, las rosas, el cielo. Un poco de viento y los barriletes. El hombre lee un libro y tarda en mirarme. El barrilete cambia de manos, luego de aferrarse un momento al hilo que lo sostiene. Tiene un Fénix dibujado en el cuerpo, el barrilete.
Sube, baja, tiro, aflojo, giro, corro, salto y me muevo para que baile en el cielo. El viento conspira. Me siento barrilete por un rato, recortada contra un cielo azul, un árbol verde, un sol amarillo. Una chica saca fotos y los chicos juegan a la pelota con el padre.
Sofía se enoja y se va cerca de un árbol. La miro mientras el viento me da un respiro. ¿Siete, seis años? Qué carácter podrido, Sofía. Después se amiga y se pone a correr atrás de la pelota. Le voy a regalar el barrilete. La miro y le digo, ¿Querés el barrilete? te lo regalo. Buenísimo, pienso, le estoy haciendo una ofrenda al conocimiento, le doy un Fénix. Me quedo como una pelotuda feliz pensando en eso, pero Sofía me dice: No. ¿No querés el barrilete? Niños, no la dejan realizarse a una. No. Bueno, que se le va a hacer. Igual te lo dejo, le digo. El padre interviene. Te lo está regalando, Sofía. Sofía quiere el barrilete, sospecho, pero no puede aceptar-cosas-de-extraños. Bueno, le digo, te lo dejo acá en el piso, y me agacho a acomodarlo.
Le sonrío, a ella y al padre, y me voy sin mirar.
Me imagino a Sofía remontando el barrilete. No le dije que el hilo no estaba atado, como me previno el hombre, lo olvidé. Por ahí el Fénix se escape de las manos de Sofía y se vaya a recorrer el mundo.