lo escrito

domingo, 19 de noviembre de 2006

Das Kleine ich bin ich


Eureka! Finalmente (o por lo menos hace un mes) alguien indexó la base de datos de una biblioteca argentina y apareció en google el tan buscado librito.

O seasé, "Yo soy yo", escrito por la alemana Mira Lobe, con las ilustraciones originales de Suzi Weigel y traducido por Verena Kull (gracias Verena). Kapelusz, 1975. Justo a tiempo.
Theaterversion von Dagmar OSWALD und Abel Solares. :)

Ahora, con más pistas, próximas noticias sobre la localización del libro-objeto.

domingo, 17 de septiembre de 2006

Bailando sobre las mesas


Ultimamente andaba con ganas de salir a bailotear un rato, y pensaba acerca del tema este del baile. Me puse a buscar por ahí un poco de material al respecto, youtube tiene unos cuantos videos interesantes y, bueno, todo eso.
Bailar y hablar (como pensar y flotar) tienen algunos puntos en común, pero como las palabras no salen, mejor paso los links y me dejo de jorobar.

Bailando en los '50, un musical (USA): Once upon a honeymoon
Dance 2 Trance: PAN
Taichi en Turkia: When i was in Turkey (gaiataichi)
Otro de gaiataichi: Feel the fire
Derviche (uno): Video desde el Nilo
Una chacarera: Medio apurada, pero bue.
All in the mind (en inglés): The dancing mind
La diosa de los mil brazos (Bali): Kwanyin
Kali Dance: India, Kathak (subtitulada)
Kazuo Ono (Butoh, Japón): La Argentina
Butoh: Documental (Shibusawa/Hijikata)
De la guarda: Villa Villa en Japonés
Tango salón: 4tos de final del mundial de tango
Dance Portfolio: Colección de fotos en video (música horrenda)
Fotos: Cortesía de Flickr

De "Among School Children", William Butler Yeats

Labour is blossoming or dancing where
The body is not bruised to pleasure soul.
Nor beauty born out of its own despair,
Nor blear-eyed wisdom out of midnight oil.
O chestnut-tree, great-rooted blossomer,
Are you the leaf, the blossom or the bole?
O body swayed to music, O brightening glance,
How can we know the dancer from the dance?


La canción es la misma, la que estuviste bailando tantas veces en tu casa, en tu pieza, agarrado a la escoba, agarrado a la toalla, o a tu chica. Pero ahora estan ahí, y la música te hermana con una marea humana que fluye y refluye a tu alrededor, respira y para, un roce de la chica esa que tiene un topcito rosa, o al menos lo tenía hasta hace un rato. Ya no te interesa qué tiene puesto, pero sus curvas resuenan contra tu piel una y otra vez, y a veces pensás si no está haciendolo a propósito; y otras veces es tu piel la que resuena frente al que está bailando adelante, y sabés que no podés evitarlo.
Y otras veces son tus pensamientos. Esas veces, el silencio te rodea y todo sucede en tu interior. Pero el estímulo externo en la piel no se acalla, te sentís uno solo con los otros, bailando, y pensás que seguirías con este ritmo por toda la eternidad. Mientras te dé la respiración, y tu cuerpo es el que sigue la discusión y vos ya no formás parte, sos solamente un testigo que baila, transpira, respira y siente y siente y toca y roza.

miércoles, 14 de junio de 2006

Los puntos: (flotando) sobre las íes.

Un ejercicio de puntuación viejo que estaba releyendo y que me gustó. Lo reusé en un cuento sobre unas mantarayas medio extrañas. Bicho raro la mantaraya.

1) Ejercicio sin símbolos de puntuación

Pensar y flotar

Pensar y flotar tienen varios puntos en común y hay cosas que solamente pueden pensarse flotando entre los corales porque las paredes aquí son reales y libres y me siento en mi casa no encerrado artificialmente como en mi casa aquí estoy en una cueva viva de coral y piedra y algas y anémonas que ululan visualmente y pienso entonces que el viento es agua y que el aire quizás no exista más que en mi mente la que cobija el encierro las paredes los lugares y respirás y tenés que estar consciente para respirar porque si dejás de pensar un segundo en lo que estás haciendo zás y te cortaste contra un reborde filoso del coral o te pasaste por una centena de metros una decena de segundos y lo siguiente que hacés es estrellarte contra algo o dejar un reguero de sangre que puede atraer a los tiburones como un rastro de rubíes gemas preciosas que intento ocultar para que ellos no me roben la vida me desintegren a dentelladas violentas como a aquél delfín que flotaba nadando elástico suave y Ellos llegaron un Ellos violento y yo con la cámara tuve que apagarla me parecía un crimen no poder hacer nada yo era un tiburón y era el delfín pero mejor pensar en éste arrecife aquí ahora tantos colores y arriba un hueco por donde el sol pasa sus rayos como agujas y me deja ver la vida en la piedra ahí se movió algo ahí está de nuevo qué es qué es parece una anguila o quizás una morena deslizándose despacio boca abierta cerrada abierta de nuevo y me encuentro respirando en su mismo tiempo y luego el tiempo es el de las olas en la superficie y un tirón y me siento a mirar el barco desde el arrecife respiro



2) Punteado, cambios mínimos de puntuación.

Pensar y flotar

Pensar y flotar tienen varios puntos en común y hay cosas que solamente pueden pensarse flotando entre los corales: Las paredes aquí son reales y libres y me siento en casa; no encerrado artificialmente, como en mi casa. Aquí estoy en una cueva viva de coral y piedra, algas y anémonas que ululan visualmente. Entonces, pienso que el viento es agua y que el aire quizás no exista más que en mi mente, la que cobija el encierro, las paredes y los lugares.
Respirás. Y tenés que estar conciente para respirar, porque si dejás de pensar un segundo en lo que estás haciendo… ¡Zás!, te cortaste contra un reborde filoso del coral y dejás un reguero de sangre que puede atraer a los tiburones como un rastro de rubíes, gemas preciosas.
Intento ocultarlas para que ellos no me roben la vida, me desintegren a dentelladas violentas. Como a aquél delfín que flotaba nadando, un elástico suave. Ellos llegaron, un Ellos violento, y yo con la cámara. Tuve que apagarla, me parecía un crimen no poder hacer nada. Y yo era un tiburón y era el delfín… pero mejor pensar en éste arrecife: Aquí, ahora, con tantos colores.
Arriba hay un hueco por donde el sol pasa sus rayos como agujas y me deja ver la vida en la piedra. Ahí se movió algo. Ahí está, de nuevo. ¿qué es? ¿qué es? Parece una anguila, o quizás una morena deslizándose despacio. Boca abierta, cerrada, abierta de nuevo; y me encuentro respirando en su mismo tiempo. Y luego el tiempo es el de las olas en la superficie: Un tirón y me siento a mirar el barco desde el arrecife.


3) Punteado, reescritura.

Pensar y flotar

Hay varios puntos que pensar y flotar comparten, y hay algunas cosas que solamente pueden pensarse mientras se flota entre los corales. Las paredes de un arrecife de coral no marcan un límite, forman una cueva viva de coral y piedra. Al mirar las algas y anémonas que ululan visualmente pienso que aquí soy libre y siento que estoy en casa, no encerrado artificialmente por las paredes de mi casa. Pero, aquí se hace evidente que es mi mente la que cobija el encierro, las paredes y los lugares. Y el aire, aquí abajo el aire está, mas que nunca, solo en mi mente.
Respirar es un acto consciente acá abajo. Un segundo, una distracción mínima y ¡zás!, te cortaste con el reborde filoso del coral. La sangre deja huella para los tiburones, ladrones de joyas tras la pista de una carga de rubíes.
Intentaré ocultarlas entonces, para que no me roben la vida, me desintegren en violentas dentelladas.

viernes, 2 de junio de 2006

Fénix kite

Caminando con las manos en los bolsillos, zigzagueando, circando el lago, las rosas, el cielo. Un poco de viento y los barriletes. El hombre lee un libro y tarda en mirarme. El barrilete cambia de manos, luego de aferrarse un momento al hilo que lo sostiene. Tiene un Fénix dibujado en el cuerpo, el barrilete.
Sube, baja, tiro, aflojo, giro, corro, salto y me muevo para que baile en el cielo. El viento conspira. Me siento barrilete por un rato, recortada contra un cielo azul, un árbol verde, un sol amarillo. Una chica saca fotos y los chicos juegan a la pelota con el padre.
Sofía se enoja y se va cerca de un árbol. La miro mientras el viento me da un respiro. ¿Siete, seis años? Qué carácter podrido, Sofía. Después se amiga y se pone a correr atrás de la pelota. Le voy a regalar el barrilete. La miro y le digo, ¿Querés el barrilete? te lo regalo. Buenísimo, pienso, le estoy haciendo una ofrenda al conocimiento, le doy un Fénix. Me quedo como una pelotuda feliz pensando en eso, pero Sofía me dice: No. ¿No querés el barrilete? Niños, no la dejan realizarse a una. No. Bueno, que se le va a hacer. Igual te lo dejo, le digo. El padre interviene. Te lo está regalando, Sofía. Sofía quiere el barrilete, sospecho, pero no puede aceptar-cosas-de-extraños. Bueno, le digo, te lo dejo acá en el piso, y me agacho a acomodarlo.
Le sonrío, a ella y al padre, y me voy sin mirar.
Me imagino a Sofía remontando el barrilete. No le dije que el hilo no estaba atado, como me previno el hombre, lo olvidé. Por ahí el Fénix se escape de las manos de Sofía y se vaya a recorrer el mundo.

miércoles, 24 de mayo de 2006

Queriamos tanto a Ponchorama

Un blog con info muy interesante sobre artistas gráficos, diseño y cosas locas que hacen los japoneses:

http://ponchorama.com/

Cosas salidas de allí:

http://www.amycrehore.com
http://www.sylviaji.com/paintings_one.htm
http://www.zenaholloway.com/
http://www.urchinrock.com/
http://www.acegallery.net/past/d-f/donovantara/taradonovan.htm

miércoles, 26 de abril de 2006

¿Qué hago yo aquí?


Además de que más de uno se lo debe de haber preguntado en algún momento, "¿Qué hago yo aquí?" es el título de uno de los libros de Bruce Chatwin, para ser más exactos es el título de su último libro, ya que este caballero aventurero murió en el '89 a causa del SIDA.
Leí por primera vez a Chatwin hace unos tres años, estaba investigando un poco la historia de la Patagonia argentina para una novelita corta que nunca terminé (la de los galeses, Dani!) y encontré referencias a su libro "En Patagonia" por todos lados, así que cuando lo encontré en la librería salí corriendo con él de la mano.
Y me enamoré.
O en realidad fué un primer flechazo, y me terminé de enamorar cuando vi su libro de fotos de viajes, con comentarios extraídos de sus notebooks de viaje. Un nómade, un aventurero. Viajero por Asía, África, América, Oceanía. Un experto en arte de Sotheby's que un día decidió empezar a viajar por un problema en la vista, por el que su médico le recomendo mirar hacia horizontes lejanos. Cosa que hizo enseguida, yéndose de viaje por África y renunciando a su trabajo en Sotheby's. Luego viene su vida como periodista, que nuevamente deja con un telegrama a sus empleadores "Have gone to Patagonia", para escribir su libro más conocido.
Uno de sus libros, "El virrey de Ouidah" fué masomenos adaptado por Herzog para una película, que creo que es "Cobra verde". No la ví, así que vaya uno a saber.
Como parte de su investigación sobre el tipo de vida nómade y las culturas que todavía quedan que lo practican, y sobre algunas cosas más, también escribe "The Songlines". Un libro más que recomendable, y que está traducido al castellano como "Tras las huellas de la canción", o algo así.
Para terminar, un fragmento de uno de sus libros, no recuerdo ahora cual:

"Debo escribir ese maldito libro mío de un modo claro y sensato. Abrí la primera página esta tarde un tanto como quien manipula una carta-bomba. Era horrible. Pretencioso. Pero aún me gusta: «Los mejores viajeros son iletrados; no nos aburren con reminiscencias.»"

Y el muy maldito odiaba la ciencia ficción.

jueves, 20 de abril de 2006

Rompecabezas

Primero separó las piezas por color: recuerdos tristes de un lado, las esperanzas del otro. Un poco más allá las añoranzas, pero cerca de los recuerdos. Algunas líneas resultaban extrañamente similares. Se quedó con una pieza en la mano, indecisa. La pieza mostraba un recuerdo de cuando ella era pequeña: estaba armando un rompecabezas que le había regalado su padre. Una vez terminado, formaba la inmensa fotografía de una montaña de piedra, delineada contra un cielo azul-celeste de una gama casi infinita. Era un recuerdo feliz, intenso

Un reflejo feliz de esta pesadilla. Pero el ahora es, más que nunca, la montaña.

Trató de calmarse. ¿Dónde iría mejor la pieza? Pero no, ahora el cielo no era azul-celeste. Un sueño, entonces. Deseó volver a ser pequeña y correr hacia su madre, como hacía cada vez que ella volvía del trabajo, para encontrarse con sus brazos cálidos y reconfortantes. Como cuando estaba enferma y sus padres se turnaban para cuidarla en la cama. Ella lloraba y alguno de ellos la abrazaba hasta que se dormía.

Tantea afuera de la bolsa de dormir hasta encontrar la linterna y enciende la luz, hace mil años que el calentador se apagó y el frío la cubre en mareas. No debe quedarse dormida, se recuerda, y el miedo le ahoga el pecho.

Regresó su atención a la habitación, al hogar encendido, al rompecabezas. Tenía que terminar de armarlo. Las sensaciones de terror estaban en otra pilita, cuidadosamente separada de todas las demás. No quería tocar esas piezas. Amor en otro lado, una pila más alta, haciendo equilibrio en una de las esquinas de la mesa, casi a punto de desbarrancarse. Piezas tan frágiles que tenía miedo de que se deshicieran en sus manos mientras las acomodaba.

Cuando tocó una de las últimas piezas la asaltó un dolor agudo en la pierna y otro grupo de piezas cobró nitidez. Imágenes fugaces: risas y un descuido.

El dolor en la pierna le recuerda la fractura. Se había olvidado. No puede olvidarse, no debe quedarse dormida. No recuerda por qué.

En el rompecabezas faltan algunas piezas. Quizás en algún tiempo estuvieron allí y ya no están, o tal vez nunca estuvieron allí. En la esquina de abajo falta una sección. Le parecía que alguna vez le había dado unas piezas parecidas a alguien. Esa persona estaba allí, en la imagen que iba formando el rompecabezas, hacia el centro. Una pieza que bien podría ser una sonrisa, o una mano abierta que la reconforta y le da calor. La imagen cambia, a veces es su hermano, a veces una amiga y otras su chico, su amor. Sostiene la pieza en la mano, pero el calor es cosa del pasado. Siente mucho frío, a pesar de que el hogar está encendido. Por la ventana puede ver la nevada y escuchar al viento, rondando; un cazador buscando a su presa. Trata de abrir los ojos para escapar, para que no la encuentre. Pero es demasiado esfuerzo y las lágrimas forman cristales sobre sus párpados. Sigue juntando las piezas, combinándolas hasta que la imagen aparece clara:

Un accidente en el descenso, una soga que falla y una caída que duró hasta ahora. Una carpa, y afuera la tormenta y el hielo. Una noche de los mil demonios.

El rompecabezas no está terminado, pero su parte está casi completa. En los bordes hay piezas con más encastres, pero aquellas piezas ya no son suyas.

Abre los ojos durante un momento. La linterna se acaba de apagar. A través del techo de la carpa se ven las estrellas. Alza su mano hasta una de ellas, pero el calor no llega ni siquiera cuando la arranca del cielo y la aprieta contra su pecho.

Ya no importa. Y en ese momento -con una estrella en su mano y un rompecabezas armado sobre una mesa que no existe-, en su mente surge un pensamiento que no termina de comprender. Piensa en sus compañeros: “Me hubiera gustado llegar al campamento base”.

Se reclina en la silla, que cede, abrazándola, y mira al sol a la cara, sin cerrar los ojos. Toma entre sus manos la última pieza. Alguna vez se prometió que este sería su último recuerdo.

Trepando una duna con una amiga, en algún lugar remoto llamado Necochea. El viento las despeina, incrustando los granitos de arena en sus brazos. Hablan del momento, de vivirlo intensamente. Lleva las zapatillas en la mano. Hunde cada paso en la arena, sintiendo el calor, el esfuerzo de la subida, el aire entrando y saliendo de sus pulmones. Tiene que detenerse. Sintiendo cada pisada, la conciencia del momento la confunde. Sensaciones múltiples y, extrañamente, a la vez tan únicas. Suavemente aspira el aire marino con los ojos cerrados. Se promete recordar este momento para siempre y da el último paso para subir la duna. Apoya el talón descalzo y la arena caliente se ajusta a su pisada. Un pequeñísimo alud baja desde su pie. La voz de su amiga llega desde un costado. Las correas de la mochila le ajustan los hombros. Siente hambre y el regusto de un pan ácido en la boca. La sombra de la caña de pescar cae sobre una mata de pasto amarillento. Hay barcos en la línea del horizonte y algunas gaviotas gritan en la playa. Sonríe. El momento no ha terminado y ya lo recuerda. El momento es un mosaico de recuerdos, un rompecabezas.

Encaja la pieza ahí, en el lugar apropiado. Observa la imagen, los recuerdos que forman su vida. El calor del sol la envuelve mientras mira el mar.

Enero 1990 - Mayo 2003

lunes, 2 de enero de 2006

Chica artificial


Realidad fuera de foco, mentiras internas. Ya no sé que significa todo esto, ni quién escribe esta historia. Qué poco que se necesita y cuanto se busca, ¿no? Y la vida se me pasa en artificios complicados y lo único que hace falta es una montaña y un bosque para bajar a tierra. Y el camino igual es exigente y el sol pega fuerte. Y al principio los tábanos importan y después ya no. Importa el agua, encontrar un arroyito que está por ahí. Y nadie en el camino, sobre todo. Nada que ver con Florida, con luces de neón, con mares de gente. Como una ciudad vacía sí, una de edificios altos y calles desiertas y mucho río, pero vacía.
Y vos hace millones de años que estás ahí, y tan campante. Y nunca sos igual, de una manera tan simple.