lo escrito

viernes, 16 de abril de 2010

dándole la vuelta al huemul

Unas semanas atrás M. me había dicho que venía la gente de ESPN Aventura a cubrir el V Desafío Chaltén (una carrera que tiene una parte en bici y otra corriendo) y que, después de eso, iban a filmar un especial sobre uno de los circuitos de trekking que hay por acá en el Parque Nacional Los Glaciares, coloquialmente conocido en Chaltén como “La vuelta al Huemul”.
El Huemul es un cerro bastante imponente de unos 2677 metros, que se encuentra al sudoeste del pueblo. En realidad queda medio perdido porque, comparado con los macizos del Fitz y del Torre, no hay demasiado lugar para otra montañita hermosa en la zona. Ya hay demasiadas... Pero se ve también desde el pueblo, roca negra con salientes delineadas por algo de nievecita, que marca los contornos del cerro. Parece una gruta gigantesca dada vuelta, o un castillo medieval, pero bien oscurito. Tiene varias cimas, así que, dependiendo del ángulo, parecen varias montañas pegadas, una al lado de la otra.

El circuito que se hace alrededor lleva generalmente unos cuatro días. Y tiene también el atractivo de llegar a uno de los pasos desde donde se puede observar una buena parte del Campo de Hielo Patagónico Sur y el cordón Moreno. Y los nacimientos de los glaciares Viedma y Upsala.

Hacía ya unos años que había escuchado hablar del Paso del Viento, cuando alguien me había comentado de un intento que no pudo concretar porque el viento las había tirado al glaciar (hay mucho viento en el Paso del Viento). Así que siempre me lo imaginé como un lugar de acceso bastante complicado y me había contentado con pasarme una Navidad hace unos años en laguna Toro, que es el primer campamento que generalmente se usa cuando se va para allá.

Entonces, cuando M. me dijo que quizás necesitaran algunos 'extras' para la filmación, dije que sí enseguida. El día anterior a salir, todavía no teniamos mucha más idea de qué ibamos a hacer, pero ya habíamos estado hablando con F., el otro 'extra' que también trabaja en una de las agencias acá y que iba a ir, y estábamos bastante emocionados y con muchas ganas de hacerlo. El guía iba a ser C., de quien todo el mundo hablaba muy bien, pero a quien yo todavía no conocía.

Revisando la lista de equipo que se podía necesitar, aproveché para comprarme un cubre-pantalones impermeable, que era algo que no tenía y que seguramente iba a necesitar usar en algún momento, porque había algo de lluvia pronosticada. Conseguí un Eider, con cierres laterales (eso lo hace más cómodo para ponérselo y sacárselo) y 'trampa para nieve' o algo con un nombre parecido que lo que hace es evitar que la nieve se meta para arriba por la botamanga. Todavía no entiendo a qué se agarra, pero bue, será cuestión de investigar. Toda una inversión, pero es bastante bonito el coso y, por los comentarios de 'la gente que sabe', parece que mi definición de bonito sigue incluyendo que además funcione bien.
Por suerte no tuve que estrenarlo, aunque eso no quiere decir que no nos lloviera. Pero me adelanto. Vamos por partes. La cosa empieza y termina con asado, así que bastante, bastante bien.

Voy a backfilear posts con la fecha correcta, así que allí van, uno por cada día de trekking:

Click para leer Día 1: Chaltén a Laguna Toro (4 de Abril)
Click para leer Día 2: Laguna Toro a Refugio Paso del Viento (5 de Abril)
Click para leer Día 3: Al Paso Huemul (6 de Abril)
Click para leer Día 4: Volviendo a El Chaltén (7 de Abril)

El álbum de fotos, con mapita incluído, se encuentra aquí:
Vuelta al Cerro Huemul, El Chaltén, Santa Cruz, Argentina 

¿Quieres saber más?
Fotos del Cerro Huemul en Flickr
Information about the Los Glaciares National Park, where Mount Huemul is located
Information about the Southern Patagonian Ice Field
Rescate en la Vuelta al Huemul

martes, 13 de abril de 2010

instrucciones

En el endemientras, un hermoso video con Gaiman leyendo su poema. Dibujos de Charles Vess.



Touch the wooden gate in the wall you never saw before,
Say ‘please’ before you open the latch,
go through,
walk down the path.
A red metal imp hangs from the green-painted front door,
as a knocker,
do not touch it; it will bite your fingers.
Walk through the house. Take nothing. Eat nothing.
However,
if any creature tells you that it hungers,
feed it.
If it tells you that it is dirty,
clean it.
If it cries to you that it hurts,
if you can,
ease its pain.
(...)
When you reach the little house, the place your journey started,
you will recognise it, although it will seem much smaller than you remember.
Walk up the path, and through the garden gate you never saw before but once.
And then go home. Or make a home.

Or rest.

Y me deja con ganas de mirar la de Chihiro.

miércoles, 7 de abril de 2010

Vuelta al Huemul Día 4: Volviendo a El Chaltén

Cuando abrí la puerta de la carpa, me encontré con el amanecer sobre las montañas de un lado y sobre el lago Viedma del otro. Fuí a hacer mis abluciones matinales lejos del grupo de acampantes y me volví a meter en la bolsa de dormir, esta vez con la cámara de fotos. El cambio de luces sobre el cordón montañoso nevado atrás del glaciar Viedma, el color del agua, del bosque de lengas que habíamos bajado el día anterior. Eran cambios graduales, en un momento pensaba “Ya se terminó, ya es oficialmente la mañana” y ahí pasábamos de nuevo a otro matiz del rojo o del amarillo. O una combinación de ambos.

Escuché que C. se estaba levantando y preparando las cosas del desayuno y me fuí a buscar agua. No había nada de viento. Hermosa mañana. Nos terminamos todo lo desayunable que quedaba, con tal de cargar lo menos posible y, después de desarmar campamento, emprendimos la marcha por la costa, bordeando el lago.


Un humano apareció entre unos árboles, y luego desapareció de nuevo.
Un poco más adelante nos empezamos a alejar del lago en dirección al pueblo. Teníamos por delante unas lomadas y el vadeo del río Túnel, que desemboca justo antes del casco de la estancia Río Túnel.
Entre las lomadas, salían corriendo las liebres. Cada tanto me daba vuelta para mirar el lago y el glaciar, que de a poquito se iban alejando. Estaba bastante cansada y me quedaba un poco rezagada del grupo, pero el sendero era bien visible, excepto en algunos lugares donde cruzamos mallines, sin demasiada agua (en esta época del año). Llamamos por teléfono para avisar que ibamos a estar 14:30 en el estacionamiento del puerto, así nos venian a buscar cuando llegabamos. Lo que es la tecnología.

Ya después de la última elevación desde donde todavía teníamos vista al glaciar, el terreno iba mayormente en bajada y decidí hacer la prueba de caminar como parte del grupo. En general camino sola, a mi paso, pero ahora me sumé al ritmo del grupo caminando y la sensación era diferente. En cierta manera me resultaba más fácil. Aunque me pareció que también podía ser más fácil descuidarme, con tal de seguir el paso del grupo. Pensé en nómades, en cazadores-recolectores moviéndose en grupo. Una piensa cada huevada cuando camina, jé. En la última bajadita hasta la tranquera de la estancia, con una pendiente marcada, mantuve el paso. Me da la impresión de que, inclusive yendo a la misma velocidad, la sensación de caminar en grupo y la sensación de caminar sola eran muy diferentes. Seguramente sea una obviedad, pero antes no le hubiera prestado atención. O por lo menos no lo hubiera considerado de una manera positiva.

Y nos quedaba el vadeo del río. Venía fuertecito y estuvimos caminando un poco antes de encontrar un lugar que nos resultara aceptable. C. y F. nos prestaron de nuevo las medias de neoprene. Fuí egoista una vez más y agarré viaje. Cuando ya pensábamos que habíamos cruzado, nos sorprendió un último brazo que venía con más corriente que los anteriores. Yo no sabía cómo iba a hacer para cruzarlo con las patas como venía. Venía muy cansadita y de nuevo un poco más atrás. C. volvió, me agarró la mochila y me cruzó de la mano. En un momento iba demasiado rápido para mí y le tuve que pedir que fuera más despacio, porque me caía. Pero, aparte del remojón, pudimos cruzar bien y una vez del otro lado nos dedicamos a secarnos y a respirar de nuevo. Un tranquito más y ya estabamos pasando el casco de la estancia y llegando al camino. Al costado había unas matas de rosa mosqueta madura; las que están cerca del pueblo todavía tienen para unos cuantos días más, así que se nota que hay un microclima bastante distinto de este lado del Huemul. Vimos unos patos también, dando vueltas por el campo.

Llegamos al estacionamiento en el puerto. Era raro ver autos y un micro. Gente pescando. G. nos vino a buscar en la camioneta a los cinco minutos, y cayó con unas latitas de cerveza que fueron muy bien recibidas. De ahí al pueblo. La vista de las montañas estaba despejada, un día espectacular.

Lo dejamos a F. en su casa y me dejaron a mí 'en la mía'. Salí a conseguirme algo de comer. Me bañé. Me dormí. No estoy muy segura de en qué orden pasaron estas dos últimas cosas. Pero a las 21 nos ibamos a juntar en lo de C., a comer un asado (admirable que todavía tuviera fuerzas para armar un asado...).
Así que pasé a saludarlo a L. por el cumple y de ahí rumbeé para lo de C.

Y el asado estuvo muy, muy, pero muy rico.

martes, 6 de abril de 2010

Vuelta al Huemul Día 3: Al Paso Huemul

Confirmado, una ratita menos en las inmediaciones del refugio, llamen a Greenpeace y quejensé. De cualquier manera, F. declaró que alguna otra le había estado caminando por arriba a la noche, así que no creo que estén en peligro de extinción.
Fué un día de subidas y bajadas, siguiendo en la mayor parte del sendero el camino del arroyito, hasta que siguió bajando y lo perdimos de vista. Impresionante la vista del glaciar Viedma a la derecha nuestro, y de las lagunitas abajo. En algún momento me acordé que hoy era el cumple de A., y bué, me quedaba un poco lejos para pasar a saludarla, pero por lo menos me acordé.

Unas horas más tarde, de la nada entre las rocas, salió un río, el Paula. Ya no me daban más las piernas de la caminata y me flaqueó el pié cuando tomé impulso para saltarlo. Casi casi aterrizo mal, C. me atajó del otro lado. Noté que el nivel de azúcar en sangre me había bajado (leasé me habían empezado a temblequear las patas) así que me atiborré de caramelo, chocolate, palito bombón helado. Bueno, no, esto último no. Pero sí me reaprovisioné bien. Con el tema del paisaje y el esfuerzo de la caminata no había comido nada desde el desayuno y me había olvidado de meterme algún caramelo en el bolsillo. Así que solucionado el problema del azúcar en sangre, pude seguir la caminata más estable. Paramos un rato en un lugar desde donde se veía la extensión del Viedma, hasta que se perdía en la desembocadura. Un arcoiris colgaba de las nubes, una especie de arcoiris-nube, hermoso.

Siguió levantándose viento y, mientras ibamos subiendo al Paso Huemul, arreció y nos empezó a precipitar. Me gusta la expresión 'precipitar'. Es simpática y mientras el vendaval con agua fría me partía la cara y las manos yo puteaba y pensaba en qué simpático que era el término. Después ya no pensaba en nada más que poner un pié después del otro y seguir subiendo atrás de los demás y mover las manos porque se me estaban partiendo los dedos y la lluvia y el viento, sucundún sucundún.

Fué pasar del otro lado y ya estaba más protegido del viento. La lluvia quedó del otro lado del Paso, por lo menos por un rato. Así que empezamos a bajar entre un bosquecito de lengas achaparradas, con el Viedma por delante. La ladera por la que bajaba el senderito estaba prendida fuego. El tono de las hojas variaba desde el verde, pasando por un amarillo anaranjado hasta el rojo. Caminar por arriba de eso (los árboles no pasaban de la cintura) era una sensación rara que casi me hizo olvidar que estaba toda empapada y con bastante frío. Maravilloso, creo que salió el sol por un momento, o por ahí era la luz de las lengas. Llegamos a la base del bosquecito de lengas y nos pusimos a preparar algo caliente. Bah, aramos dijo el mosquito, me tuve que poner a saltar porque me estaba agarrando cada vez más frío, N. hizo un comentario sobre 'hipotermia' y me dió la impresión de que quizás, quizás, algo de eso estaba en ciernes porque el termostato no me estaba funcionando como debiera. Así que, después de dar unas cuantas patadas al aire, me senté a tomar una sopita, y otra... y creo que otra más también. Atacamos algo de salamín y queso, y lo que quedaba de la palta. Y ya el mundo tuvo otro colorcito. Color cerealitas, ¡ñam!. Inclusive cuando se puso a neviscar, ya la cosa pintaba mejor.
Cuando paró de neviscar nos fuimos hasta una condorera que hay cerquita. Soplaba bastante viento, así que yo estaba medio helada todavía, pero bueno, última parte de la filmación. Al principio la condorera (una pared de piedra donde los bichejos van a posarse) estaba vacía. Al rato nos sobrevoló uno, que impresionante. Ver algo tan grande y tan vivo, tan cerca. Giró y bajó hasta atrás de una saliente que nos lo tapaba. A los minutos llegó otro. Y después otro, este sí lo veía bien desde donde yo estaba. Alas negras, sanas. No sé porque siempre tenía el recuerdo de los cóndores en el zoológico, pobres bichitos grises. Éste se dedicó a acicalarse. Las alas me daban la idea del inmenso abanico de una dama. Después también sobrevolaron algunos halconcitos. F. dice que a veces se ponen a pelearse con los cóndores, y que vió algunos sacando de ruta de vuelo a un cóndor porque se había metido en su terreno.

Todavía nos quedaba 'la bajada'. De acuerdo a algunos, lo que uno tiene que hacer si quiere joderse las rodillas es bajar el Paso Huemul con 20 kg a la espalda... Yo eso no cargaba, pero que todavía se me están recuperando las rodillas, seguro. Bueno, parecido a encintar arbolitos allá en lo de H., pero yendo hacia abajo en vez de hacia el costado. Todo un ejercicio en fijarme adonde ponía las patas. Me lo tomé con calma y bajé despacito, ni las piernas ni el coraje me daban para hacerme la cabra montesa. Un bosque muy lindo y una vista espectacular. Un rato después, ya mirando el paso y la bajada desde el lago, no podía entender por dónde habíamos bajado. Empinadín. Había una sección con una cuerda fija, C. me esperó para agarrarme los bastones y ver que no me cayera (o mirarme mientras caía, no había otra cosa para hacer que no caerse, digamos). Después siguió un rato más de bajadita hasta el lago. Ya ahí el cielo estaba limpiando y casi prometía un poco de sol. Pero el cerro (ah, sí, el Huemul mismito, que ahora veíamos del otro lado) nos cubría la luz del sol a esa altura del día (y supongo que a esta altura otoñal del eje de inclinación terrestre, también).

Armamos el campamento cerca de la playa (no había nada de viento) y nos dedicamos a preparar unos mates y la cena. C. le tiró al arroz todo lo que nos había quedado, quedó riquísimo. Me abrigué y saqué la bolsa de dormir afuera y me quedé un rato con los demás mirando las estrellas. Nos arrepentimos de vuelta, nuevamente, otra vez, por no haber traido algún etílico. El cielo estaba impactante. La Vía Láctea de lado a lado, las nebulosas. Se veía todo. Hasta algún plato volador ¿o sería un satélite?. Me agarró frío, así que me fuí a la carpa. C. y F. se quedaron vivaqueando afuera y decían que la salida de la luna sobre el lago fué espectacular.
Leí un ratito y me dormí.

Y esto finaliza, finalmente, en el día 4.

lunes, 5 de abril de 2010

Vuelta al Huemul Día 2: Laguna Toro a Refugio Paso del Viento

A la mañana siguiente nos pusimos a desayunar. Mientras hacía mis abluciones matinales descubrí con horror que el esfuerzo del día anterior había echado por la borda mi incipiente regularidad en el tema de eh... estem. Ah, bueno, eso. Los cambios de uso horario afectan los ritmos biológicos y pucha que lindo ser mujer y todo eso. Me caigo y me levanto. 8 días. 8 días antes. Me quería matar. Y este será (casi) el último comentario en este post al respecto, pero valga la aclaración de que podríamos hacer un especial de 'Utilísima Satelital para la mujer moderna de campamento'. Y agradezcamos a los cielos (y a C. y F.) por los botiquines bien provistos y los recursos creativos de una servidora, que si no...

Entonces, levantamos campamento y empezamos a dar la vuelta a la laguna Toro con la idea de vadear los brazos de río del delta que se forma después de la tirolesa. En general se cruza por la tirolesa, pero A. la había cruzado hacía unos días de regreso del campo de hielo con J&M y en el medio del cruce se había soltado uno de los brazos del anclaje (parabolt), así que preferimos evitarla. Los riachos estaban bajos pero frrrrios. No lo digo porque lo haya sentido directamente, pero los gritos de los que no estaban usando medias de neoprene me daban una idea bastante cercana a que tan fría estaba el agua. Y eran gritos fuertes. Al muy juvenil pato de torrente que nadaba por ahí no parecía molestarle, pero C. y F. nos habían prestado a N. y a mí sus medias, por lo que estaré eternamente agradecida. Siguiente pieza para agregar al equipo. Definitivamente, no sufrí el cruce para nada (éste, claro). Me sentí un poco culpable cuando se las acepté... eso sí.
F. gritaba sobre las agujas que se le estaban clavando en los pies. Tardó un rato en dejar de saltar del otro lado del cruce para recuperar la circulación en los pies.
Ahí empezamos a subir y pasamos por el otro lado de la tirolesa. Por algo se llama 'No te caigas'. En ese punto el río se encajona y las paredes son altitas. El sendero sigue sobre terreno pedregoso, primero con rocas de un tamaño considerable y más adelante un sector de pedregullo que hay que pasar rapidito por peligro de derrumbes. O sea, se camina por el faldeo de una lomada de piedras que sube a la izquierda y que baja a la derecha hasta el glaciar. No se dónde se habrá caido la amiga de M., pero la deben de haber pasado bastante mal esa vuelta.

Nos subimos al glaciar cuando se acercaba a la morena, un poco más adelante. El cruce sobre el glaciar se me complicó, lo sentía demasiado resbaloso abajo y en varios lugares casi me doy una buena patinada. El prospecto de resbalarme no me resultaba divertido y putee un buen rato por no haber traido crampones. Está bastante sucio, así que podía masomenos afirmarme sobre las piedritas, pero en los lugares donde estaba el hielo más expuesto... en fin... ahí (¿también?) saqué a relucir mi nivel de paquetitud. Respiré aliviada cuando nos bajamos del hielo.

Ni una gota de viento. Era raro. En un momento me separé del grupo y luego volver a encontrarlos se me complicó, hasta que unos minutos más tarde divisé a N. más arriba, filmando. En vez de subir, yo había seguido faldeando y había pasado de largo la saliente en la que ellos me estaban esperando. Me angustió bastante el momento y cuando llegué de vuelta con el grupo estaba oscilando entre querer matarlo a N. por no hacerme señas y tratar de calmarme del julepe que me había agarrado. Claro que con mi expresividad habitual. O sea que C. me ofreció ibuprofeno. Jé. A veces me doy risa.
Ya venía optando por la opción dos, así que seguí tratando de calmarme, pero me llevó unas cuantas horas volver a respirar tranquila.
Son esos momentos donde una entiende que no entiende nada de sus propios límites. O algo así.

La(s) subida(s) eran fuertecitas. Sobre todo después del vivac de los Pampeanos, entre el glaciar Túnel Inferior y el de Quervain (lindo nombre). Caminando sobre la ladera que bajaba hasta el Quervain, me sorprendí pensando en que el glaciar parecía las garritas de un gatito blanco.
Atrás se veían fragmentos del valle del Túnel y el Solo de espaldas, una mole negra. Hacia adelante y la derecha deberíamos haber visto el Cerro Grande, pero estaba todo cubierto de nubes. Durante las subidas, yo iba pensando que me iba a costar bastante olvidarme del esfuerzo que me estaba llevando subir al Paso, si alguna vez quería poder hacer la subida al Paso Marconi. Trataba de imaginarme querer/poder hacer eso (algo que puedo hacer perfectamente en este momento y que ya había hecho muchas veces antes) y no podía. Y también está esa sensación de fiaca extrema, que no me agarró tanto esta vez, pero que igual molestaba en las subidas. La sensación de decir 'acá me quedo, no puedo dar otro paso'. Mientras caminaba, pensaba en la posibilidad de esa sensación y que bueno, que igual sabía que podía perfectamente dar otro paso (aunque alguna partecita presentara en ventanilla 3 que ella no estaba de acuerdo con la moción). Pero que un esfuerzo mayor a este, no señora, nunca más. Dejate de joder.

Claro que no contaba con la vista desde el Paso. Porque, claro, en ése momento y lugar, el Paso no existía. Pero enfilamos subiendo por una especie de calle de piedra hasta que llegamos a una cima, y desde la cima, que era el Paso, se veía el campo de hielo. Dioses del Olimpo, qué vista. Algo blanco, muchas clases de blanco, muchas clases de luz sobre ese blanco y algo de piedra y líneas de corte en el blanco que parece ser el terreno llano, que marcan un movimiento en algo que está estático.
Entonces, tenemos las montañas en el horizonte, el cordón Moreno. Y una mole de piedra que masomenos nos dá un punto de comparación, el nunatak Viedma. Piedra y diferentes cortes de blanco nieve y blanco hielo que marcan que ahí abajo hay una montaña. Entonces el blanco sigue, más blanco todavía, hasta abajo. O lo que parece ser el terreno plano, el glaciar que se extiende hasta más allá de las montañas. Adonde ya no puede distinguirse la textura blanca de la superficie, cambia a otro tipo de blanco-amarillo, un blanco luz vaporoso que parece ser la línea de horizonte entre el terreno y las nubes. Y luego las nubes continuan el blanco, curvadas sobre sí mismas y dejando ver algo de azul aquí y allí. Y el sol en la nieve a la distancia, allá donde hay un hueco en las nubes por el que puede pasar. Un blanco brillante. Eso masomenos compone el paisaje.
Cuando la vista toma forma, se ven otros detalles. (C. va poniéndole nombres a las formas en el paisaje). Los glaciares que parecen derramarse sobre el cordón Mascarello, las nacientes del Viedma y el Upsala. La piedra que los glaciares eroden del nunatak y forma una morena intermedia, una de las líneas que dan sensación de movimiento al terreno. Una forma que también marca el tiempo, algún tipo de tiempo.
Paramos a tomar unos mates en un rincón más resguardado de la cima. Un lujo poder tener un rato acá para poder intentar entender un poco qué es lo que se está viendo. Le digo hola que tal a la laguna Ferrari, que se ve allá abajo. El viento va subiendo de a poco y nos quedamos todo lo que podemos, sacando fotos. N. va filmando.


Después arrancamos de nuevo y bajamos del otro lado del Paso, sigue el terreno pedregoso y a lo lejos se ve el vallecito donde debe estar el Refugio.

El camino se va poniendo cada vez más verde hasta que terminamos serpenteando siguiendo un arroyito entre piedras y matas, que finalmente desemboca en un abra y pasa por adelante del refugio, techo rojo y paredes blancas. Es extraño encontrar esto acá en el medio de un paisaje tan ajeno a la cosa humana.
Elongamos un rato, reacomodamos la mesa, limpiamos un poco y nos ponemos a merendar, liquidando el salamín y el queso que nos había quedado del mediodía. Yo vengo medio sacudida todavía y bastante (más) cansada. F. dice que hoy se cansó. Yo me río y le digo que yo ya me había cansado ayer, que lo suyo sí es resistencia.
Después de merendar... empezamos con los preparativos de la cena. No queda mucho resto para nada más, y aparte si hay algo que vale su esfuerzo, es preparar comida. Afuera el viento está bastante presente.
A la noche, prendemos algunas velitas que hay en el refugio y colgamos las frontales para tener más luz. N. cuenta que está en la recta final del tema casamiento y de como es su trabajo en la productora. Se pone a limpiar la cámara con un pincelito. Hablamos de los planes para el invierno. F. se va de viaje a las Uropas. Yo les pido el botiquín a los chicos y me pongo a hacer manualidades. No puedo parar de reírme de lo ridículo de la situación.
Me tiro un rato en el 'piso de arriba' a seguir con la Péndulo, para hoy me reservé Omelas, de Doña Leguin. Qué linda historia. J. (de J&M) hace poco me recomendó leer la crónica de Shackleton, sobre la expedición a la Antartida, 'Sur'. Me había olvidado que aquel cuento de Leguin, de "La rosa de los vientos" se llamaba así por eso. Habrá que conseguir la versión de Shackleton sobre el tema. Termino 'Los que abandonan Omelas' con el suspirito de siempre y apago la linterna.

En el medio de la noche tenemos una visitante a la que se le da por meterse en una bolsita de nylon y me despierta con el ruido. Espero un poco a ver si se va sola, pero parece que necesita un aliciente. Emergiendo en musculosa de las profundidades de la bolsa de dormir, me siento Sigourney Weaver en Alien. Pero sin el rifle, claro. Al final me da lástima la bicha y, después de sacudir un poco la bolsa, espero que la lauchita se haya caído. Cuelgo la bolsa y me meto en mi bolsa de dormir de nuevo. No, al minuto está de vuelta corriendo la muy bicha. Bueno, pobre, ella también tiene derecho a su rato de esparcimiento.
C. se levanta y, más expeditivo que una servidora, sale afuera y deposita una semejante piedra sobre la bolsa. La ratita se transforma en la rata de Schröedinger. Quedará para mañana a la mañana analizar el estado de la materia bajo el punto de impacto del pedruzco.

 Y esta historia se continúa, aquí: en el día 3.

domingo, 4 de abril de 2010

Vuelta al Huemul Día 1: Chaltén a Laguna Toro

Después de dos noches de asado (muchas despedidas en este fin de temporada chalteniense), en la primera de las cuales quizás me excedí un poco con el consumo etílico (quizás), llegó el día señalado.
Esa mañana, terminé de preparar la mochila y salí para llegar al lugar de encuentro (Nothofagus) a las 9:00.

Estuve tentada de pasar por lo de L. a desearle feliz cumple, pero estimé que quizás sería un poquitín temprano, sobre todo teniendo en cuenta que el día anterior había participado de la carrera y salido tercero en parejas (unos días más tarde me confirmaría con cara de alivio que, efectivamente, había sido una desición acertada). De hecho, era bastante temprano y N., el camarográfo, estaba recién desayunando con S., otro de los cámaras de ESPN. Aproveché que tenía tiempo para desabrigarme un poco (el día estaba muy bonito y no hacía nada de frio ni viento, lo que ya es bastante decir). Enseguida llegaron C. y F.
Acá debería hacer un apartado y comentar que el día anterior F. también había participado en el anteriormente mencionado Desafío Chaltén y había resultado primero, junto con M., en la carrera en parejas. Así que el equipo de la expedición iba a ser el Sr. Guía de Montaña, el camarógrafo (escalador el muchacho), un muchacho corredor entrenado y esta chica. La chica estaba un poquitín insegura de poder seguirles el tranco después de pasarse cuatro meses atrás de un escritorio, pero bueno, algo se podría hacer.

Antes de salir, N. quería hacer unas tomas de nosotros llegando con las mochilas y de los preparativos, así que C. nos estuvo mostrando en el mapa el recorrido y aprovechamos para hacerle algunas preguntas. Me preocupaba un poquitín el tema de cómo estarían los mallines, pero bueno, más que embarrarse un poco no iba a pasar. C. me dijo que no estaban tan mal en esta época. Lo que sí tendría que haberme preocupado en ese momento eran los vadeos de los ríos, sobre todo el Túnel, ahí, cuando viene tan cerquita del glaciar. J. me había ofrecido la noche anterior unas medias de neoprene y le dije que no hacía falta... little did she know...
También repartimos el equipo general entre todas las mochilas. Calculo que habré salido con alrededor de unos 14-15 kg, la había pesado a la mañana y tenía un poco por arriba de 11 kg, así que con el resto habrá llegado a eso.

Y a eso de las 11 y monedas salimos para el lado de Parques Nacionales: el sendero a Laguna Toro comienza allí. Además, N. tenía que pasar a dejar la autorización y hacer los papeleos correspondientes al caso. Nos llevó un ratito de más de lo inicialmente calculado, pero finalmente salimos hacia el campamento Toro, silbando bajito.
La primer parte del camino se hace en subida siguiendo el río Túnel, que en esa parte casi que se encajona y tiene varios saltos. A los costados, se tiene del lado izquierdo varias paredes de roca sobre el río, de formas increíbles. Una se imagina los elementos trabajando la piedra durante los milenios. Agua, viento, hielo. El universo como artista, tallando esa pared. Del otro lado sube una lomada cubierta de pasto patagónico, matitas amarillo-naranja de diferentes tamaños y texturas. Algunas rocas salpicadas por aquí y por allá.
El paisaje otoñal se empieza a ver, a la distancia, los bosques tienen esa sombra rojiza y, de cerca, se puede ver ya las ramas cambiando el color. A eso de la hora y media, hacemos un alto para tomar un poco de agua y darle a un mix que trajo C. de maní, pasas y nueces que está buenísimo. F. se pone a sacar fotos y yo lo sigo. Tenemos de un lado la vista del Solo y del Pliegue Tumbado. Al otro se puede ver la parte de arriba del Huemul, ya más expuesta a la vista que desde el pueblo.
No entiendo a las montañas. Una se pone a mirarlas y la vista se escapa. La escala se pierde.

El senderito va subiendo. Seguimos el camino que hacian para buscar leña los Halvorsen, una de las familias pioneras de la zona, nos dice C. que por eso está tan marcado, porque subían con el carro por acá. Y nos metemos en un bosque de lengas (o de ñires... algún día voy a aprenderme la diferencia). Bastante viejo. C. encuentra unos llao-llao en uno de los árboles y nos pregunta si queremos probar. Nunca había visto uno fresco, solamente algunos demasiado duros como para comer. Estos parecian una especie de flan de damasco bastante sólido. Lo fuí comiendo de a mordisquitos, un sabor interesante. Estos, las polveras y las lenguas de vaca son los hongos de la zona comestibles. Estuvimos un rato hablando de las cosas que se pueden comer por acá. N. encontró unos honguitos rojos que parecían láminas chiquitas, sobre unos troncos medio podridos que estaban en un arroyito que cruzamos. Bonitos.
Hace unos años, nos cuenta C., una mujer desapareció en este sendero. Le dijo al guía del grupo que lo esperaba ahí y, cuando el grupo regresó, la mujer no estaba. Y nunca más la encontraron. Y ahí termina la historia. Esta zona no tiene peligros ocultos y, camine para donde una camine, siempre termina en algún punto de referencia bastante fácil de seguir, así que la teoría general es que la susodicha quería desvanecerse en el aire.

A eso de las dos y algo paramos en la parte más alta de la lomada, desde acá se ve ya el valle del Túnel con una franjita del glaciar a lo lejos y el perfil de la bajada que proteje el campamento del viento. Le entramos a la viandita con gusto, una picada de salamín y queso y unas cerealitas. Hay un poco de sol cada tanto y se está lindo ahí. Sin tábanos, sobre todo.
Damos vuelta piedras buscando fósiles. Hay algunos fragmentos de ammonites. Los otros se llaman belemnites, apunta C. ¡el 'algo' que yo no me acordaba el nombre y que habíamos encontrado con M. en la Loma de las Pizarras se llamaba belemnite!

Levantamos los restos de la picada (decidimos dejar la palta para mañana, así madura un poco más) y seguimos camino. Cruzamos algunos hilitos de agua y algunos mallines, incluyendo 'el mallín' con las señales de Parques de los dos lados. La vez que había hecho este camino había sido en la Navidad del 2005 ¿o el 2006? La cuestión es que Su me había dado sus botas de cuero para irme de trekking. Eran unas lindas botas de cuero, lucían resistentes y ese año ya le tenía ganas al Paso del Cuadrado, así que empecé a planear pasar la Navidad en Toro y el Año Nuevo en el Paso... pero no conté con que el pegamento de las botas quizás necesitara una recauchutada luego de unas decenas de años en desuso... se disolvieron al primer arroyito... y con los tábanos realmente no daba para seguir el camino en ojotas. Ese año había muchos tábanos por todos lados. Así que las tuve que atar cual matambre con algunos piolines que tenía por ahí. Un desastre. Todavía me recuerdo el alivio cuando llegué de vuelta a la casa de Parques y liberé los pies de 'eso'. Pobres botas.

F. caminaba y hablaba con tal entusiasmo que no parecia que el día anterior se hubiera echado la carrera esa. Impresionante. A mi las subiditas se me hacían cuesta arriba, para variar.
Y la última bajada y ya teniamos el campamento a la vista. Cuando llegamos, algo no encajaba... ¿qué hacía esa llama pastando ahí? Una llama... ¿dónde había visto yo una llama hacía poco? Jé... el día anterior, yendo a buscar el cubre-pantalón y, mientras saludaba a las V. en la calle, había pasado una llama corriendo desbocada por la San Martín, al gritito de “Soy libreeeee”, o como sea que se diga eso en llama. Sí, llama, el camélido andino, ése mismito. Acá se usan para portear material a los campamentos. Y se ve que Toro le había gustado a la loca. Llama corajuda, con los pumas dando vueltas, se había venido hasta acá.
Dejamos a la llama en la suya por un rato (después nos daría la escusa perfecta para usar el telefonito satélital, así que la fueron a buscar al día siguiente) y nos dedicamos a armar el campamento y preparar unos mates, traer agua y esas cosas. Si encuentro al reverendo hijo de su madre que desidió (sí, con 's') poner la letrina del campamento al lado de MI piedra de la mesa, lo mato. Me fuí un rato a sacar fotos a la laguna mientras C. y F. se tiraban a una siestita y N. andaba por ahí filmando cosas.
La laguna estaba linda, ni una gota de viento. Unos cauquenes salieron volando del pastizal y se pusieron a cubierto del otro lado del agua. ¿Me verían cara de hambre? Me tiré un rato en la playa de cantos rodados (crash, crash, crash) a mirar el glaciar. Cerro, glaciar, roca, agua. Cuando ya fué demasiado me levanté y seguí la desembocadura hasta el rio, donde las piedras ya se van poniendo más grandecitas y el agua levanta ruido cuando pasa. (Este es el sonido de mi pueblo, me dijo una mujer del otro lado del planeta mientras caminabamos al lado del Ida.) Entre las matas de mutilla y el agua, había una playita de roca por donde se podía pasar. Me llamó la atención que había varios segmentos con mucho sedimento sobre las piedras.
A la vuelta al campamento me abarajó N., que quería filmarme mientras sacaba fotos. Así que seguí sacando fotos, nomás. De ahí nos volvimos al campamento, metí las cosas en una de las carpas y me puse a leer la Péndulo que había llevado (es la 3, la que tiene 'Los que abandonan Omelas' traducido por Gardini), originalmente aparecido en 'The wind's Twelve Quarters'. C. se puso a preparar la cena, así que seguimos con el tema de traer agua, cortar verduritas y esas cosas. Nos lamentamos, no por última vez, de no haber traído alguna bebida espirituosa. Después del pollito del otro día, a mi todavía me costaba pensar siquiera en cuestiones etílicas, pero debí haberme imaginado que eso se me iba a pasar en un par de días. Y bué.
Las lauchitas de laguna Toro empezaron a hacer su aparición, así que pusimos las cosas a cubierto y nos fuimos a dormir. C. estaba leyendo 'Así habló Zaratustra' y estuvimos hablando un rato de eso. Y después me dormí.

Esto se continúa en el Día 2.

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Pioneros: Andreas Madsen