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miércoles, 7 de abril de 2010

Vuelta al Huemul Día 4: Volviendo a El Chaltén

Cuando abrí la puerta de la carpa, me encontré con el amanecer sobre las montañas de un lado y sobre el lago Viedma del otro. Fuí a hacer mis abluciones matinales lejos del grupo de acampantes y me volví a meter en la bolsa de dormir, esta vez con la cámara de fotos. El cambio de luces sobre el cordón montañoso nevado atrás del glaciar Viedma, el color del agua, del bosque de lengas que habíamos bajado el día anterior. Eran cambios graduales, en un momento pensaba “Ya se terminó, ya es oficialmente la mañana” y ahí pasábamos de nuevo a otro matiz del rojo o del amarillo. O una combinación de ambos.

Escuché que C. se estaba levantando y preparando las cosas del desayuno y me fuí a buscar agua. No había nada de viento. Hermosa mañana. Nos terminamos todo lo desayunable que quedaba, con tal de cargar lo menos posible y, después de desarmar campamento, emprendimos la marcha por la costa, bordeando el lago.


Un humano apareció entre unos árboles, y luego desapareció de nuevo.
Un poco más adelante nos empezamos a alejar del lago en dirección al pueblo. Teníamos por delante unas lomadas y el vadeo del río Túnel, que desemboca justo antes del casco de la estancia Río Túnel.
Entre las lomadas, salían corriendo las liebres. Cada tanto me daba vuelta para mirar el lago y el glaciar, que de a poquito se iban alejando. Estaba bastante cansada y me quedaba un poco rezagada del grupo, pero el sendero era bien visible, excepto en algunos lugares donde cruzamos mallines, sin demasiada agua (en esta época del año). Llamamos por teléfono para avisar que ibamos a estar 14:30 en el estacionamiento del puerto, así nos venian a buscar cuando llegabamos. Lo que es la tecnología.

Ya después de la última elevación desde donde todavía teníamos vista al glaciar, el terreno iba mayormente en bajada y decidí hacer la prueba de caminar como parte del grupo. En general camino sola, a mi paso, pero ahora me sumé al ritmo del grupo caminando y la sensación era diferente. En cierta manera me resultaba más fácil. Aunque me pareció que también podía ser más fácil descuidarme, con tal de seguir el paso del grupo. Pensé en nómades, en cazadores-recolectores moviéndose en grupo. Una piensa cada huevada cuando camina, jé. En la última bajadita hasta la tranquera de la estancia, con una pendiente marcada, mantuve el paso. Me da la impresión de que, inclusive yendo a la misma velocidad, la sensación de caminar en grupo y la sensación de caminar sola eran muy diferentes. Seguramente sea una obviedad, pero antes no le hubiera prestado atención. O por lo menos no lo hubiera considerado de una manera positiva.

Y nos quedaba el vadeo del río. Venía fuertecito y estuvimos caminando un poco antes de encontrar un lugar que nos resultara aceptable. C. y F. nos prestaron de nuevo las medias de neoprene. Fuí egoista una vez más y agarré viaje. Cuando ya pensábamos que habíamos cruzado, nos sorprendió un último brazo que venía con más corriente que los anteriores. Yo no sabía cómo iba a hacer para cruzarlo con las patas como venía. Venía muy cansadita y de nuevo un poco más atrás. C. volvió, me agarró la mochila y me cruzó de la mano. En un momento iba demasiado rápido para mí y le tuve que pedir que fuera más despacio, porque me caía. Pero, aparte del remojón, pudimos cruzar bien y una vez del otro lado nos dedicamos a secarnos y a respirar de nuevo. Un tranquito más y ya estabamos pasando el casco de la estancia y llegando al camino. Al costado había unas matas de rosa mosqueta madura; las que están cerca del pueblo todavía tienen para unos cuantos días más, así que se nota que hay un microclima bastante distinto de este lado del Huemul. Vimos unos patos también, dando vueltas por el campo.

Llegamos al estacionamiento en el puerto. Era raro ver autos y un micro. Gente pescando. G. nos vino a buscar en la camioneta a los cinco minutos, y cayó con unas latitas de cerveza que fueron muy bien recibidas. De ahí al pueblo. La vista de las montañas estaba despejada, un día espectacular.

Lo dejamos a F. en su casa y me dejaron a mí 'en la mía'. Salí a conseguirme algo de comer. Me bañé. Me dormí. No estoy muy segura de en qué orden pasaron estas dos últimas cosas. Pero a las 21 nos ibamos a juntar en lo de C., a comer un asado (admirable que todavía tuviera fuerzas para armar un asado...).
Así que pasé a saludarlo a L. por el cumple y de ahí rumbeé para lo de C.

Y el asado estuvo muy, muy, pero muy rico.

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