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lunes, 1 de junio de 2009

el (muy) extraño caso del chutney de tomatillo en el cumpleaños de la reina

Me dijeron por ahí que había una vez en una isla muy lejana, una chica que se levantó una mañana y vió una planta con rojos frutos maduros colgando de sus ramas. La chica pensó que serían los famosos tamarillos, muy apreciados por los nativos del lugar. La chica era una extranjera de visita, viviendo con una amable familia de origen Indio, que también eran extranjeros. Pero que, según pensaba la chica, no parecían darse cuenta de las implicaciones del hecho. La chica siempre pensaba demasiado.

Otra de las cosas que pensó fué que había que hacer algo con esos tamarillos. No podían estar tan campantes en el árbol. Y ¿qué se puede hacer con tamarillos? Una salsa o un chutney. Nunca había probado tamarillo. La chica ya tenía una misión en la vida: Iba a preparar un chutney de tamarillo para agasajar a la amable familia que la alojaba.
Así que la chica se encaminó a una cybercueva de la región, caminó y caminó (...veinte minutos) y consultó al oráculo acerca de cómo se podía preparar un rico chutney de tamarillo. El oráculo fué favorable. Y la chica creó una receta-franquenstein de chutney y anotó en su libretita de hechizos lo que necesitaría para cocinarla:

2 kg de tamarillos (ver foto de tamarillos y asegurarse de que lo que uno tiene son tamarillos...)
1 kg de cebollas
1 kg de manzanas (verdes)
1.5 kg de azúcar morena (las recetas diferían en la cantidad, así que la chica decidió que 1 kg de azúcar morena y ½ kg de azúcar negra como la noche podrían funcionar bien)
25 gr de All Spice (algo que parece pimienta cayena, que si no es, es una cayenacea, así que se puede reemplazar por la antedicha)
1 cucharada sopera de pimienta negra (en grano)
3 tazas de pasas de uva (la chica agregó una taza de cranberrys, porque sí, ¡joder!)
1.2 lts de vinagre de vino (blanco)
1 cucharada sopera de jengibre en conserva (y por ahí un poco más)
la chica agregó la piel de un limón
...y se olvidó de poner una cucharada de sal (y después decidió que no hacía falta)
Otra cosa que pasó con la receta fué que las manzanas verdes fueron masomenos reemplazadas (o más bien complementadas) por peras nashi. 4 peras nashi y 4 manzanas verdes, digamos.

Y hubo otra mutación adicional cuando la chica fué a inspeccionar de cerca la invitadora planta de tamarillos y descubrió que -oh, ¡sorpresa!- no había tal planta de tamarillo, sino que era una planta de manzanas. La sagaz chica había empezado a albergar ciertas sospechas esa mañana, al ver una segunda planta (esta sí, de tamarillo de ley 14.880) y notar que las hojas eran bastante extrañas, cosas que no recordaba de la planta que se veía desde su habitación. Y no, era otra planta.
Las manzanas eran rojas, pero pequeñitas y demasiado ácidas.

Bueno, la chica recordaba que en el supermercado había visto un par de bandejas de tamarillos... aunque no contaba con la avidéz local en las vísperas del día del cumpleaños de la Reina (N. de la E.: la crónica no nos dice qué Reina ni porqué su cumpleaños ocurría siempre los primeros lunes de Junio, estimamos que sería por algún desbalance calendario de la antigüedad). Resultado: Cuando volvió al supermercado, las antedichas bandejas habiansé evaporado. Así que la chica tomó la ejecutiva desición de reemplazar los tamarillos con tomates y se van todos a freír churretes. Decidió llamar a el menjunje que resultara de esta iniciativa culinaria “Queen's Birthday' Tomatillo Chutney”.

La chica calculó que teniendo cuatro horas antes de que la familia comenzara con la preparación de la cena sería suficiente. El oráculo había mencionado 1 hora y media o dos de cocción. 45 minutos de corte de los ingredientes y una horita más de yapa. Así que pidió permiso a la madre de la amable familia para ocupar la cocina y el permiso le fué otorgado. Little did she know...

Una duda existencial se le presentó a la chica cuando terminó de picar (en rodajas más bien grandes) las cebollas. ¿Habría que freirlas antes? La chica intentó enviar paloma smsensajera a MADRE, fuente de apoyo logístico gastronómico, pero se vé que el pobre plumífero se ahogó en el camino, porque la respuesta nunca arribó. La chica consideró que, de cualquier manera, no habría mucho daño en darles una revoleada antes de echar todo el resto de las frutas (cortadas en masomenos cubos, no demasiado pequeños), las especias y el azúcar y el vinagre (o sea todo lo de la lista). A la chica le hubiera gustado tener el texto completo de las recetas del oráculo a su disposición, pero habiendo descubierto con horror que olvidara grabar las sesiones con el oráculo, se contentó con masomenos acordarse como venía la mano.



A las tres horas de cocción la madre de la amable familia empezó a ponerse un poco nerviosa, a pesar de las aclaraciones de la chica acerca de que podía correr la cacerola humeante en cuanto quisieran empezar a cocinar. La madre de la amable familia dijo que no se hiciera problemas. Al rato la niña mayor de la casa (que no venía de la plaza) se acercó con un mensaje de la amable madre de la amable familia, diciendo que su preocupación iba por el lado de la cuenta que la compañía de electricidad les enviaría al final del mes (en esta isla tan lejana, los nativos cocinan con electricidad y no con gas, este pequeña diferencia cultural será de vital importancia, más tarde, en este mismo relato). La pequeña fué enviada de regreso con la seguridad de que, de haber un incremento en tal cuenta, sería cubierto por la chica sin ningún inconveniente y el recordatorio de que la cocina estaba a disposición de la familia, que la cacerola humeante podía ser movida en cualquier momento.
La madre de familia se acercó a la cocina para probar la cocción (le gustó...) ...y de paso ver cuanto tiempo más llevaría el menjunje. La chica estimaba que una hora más, por el nivel del antedicho menjunje en la cacerola y su consistencia (el oráculo hablaba de una reducción a un cuarto del original y para eso faltaba todavía). La chica aprovechó, de paso, para volver a aclarar lo de que se podía pausar en cualquier momento y lo de la bendita boleta de electricidad, por si el mensaje se había perdido en la traducción chica-inglés-niña-hindi-madre-hindi-niña-inglés-chica. Y la madre se rió despreocupada, mirando a la niña con cara de asesina.
Habiendo establecido el hecho por tercera (o cuarta vez), la chica siguió intentando autoconvencerse de que no había tal problema y que, de haberlo (porque parecía que quizás, sí había...), ella (a) ya había hecho todo lo posible por allanar el camino de la familia hacia su cena y (b) quería terminar de cocinar el chutney de una vez.
La abuela se acercó a lavar unos vasos, y la chica intentó aclararselo también a ella (después de todo, seguramente era la que iba a cocinar la cena) y la abuela dejó en claro que no había apuro para preparar la cena. En voz baja, la abuela agregó unas cuantas cosas más en hindi mientras lavaba los platos, quizás algo acerca de la paciencia de su nuera, quizás algo acerca de la chica, quizás algo acerca del agua caliente o del clima local. Quién sabe. Por algunos factores de historial que no hacen a esta crónica, la chica sospechaba que era lo primero.

Y las seis dieron, y seis y veinte la chica dió por terminado el menjunje. Un frasco esterilizado fué rellenado en primer lugar, con la mezcla aún burbujeante (la conserva iría para los amigos de la chica en una isla cercana), y el resto fué dejado en la cacerola para que se enfriara y poder guardarlo en sendos frascos de plástico, uno para la chica y otro para la amable familia. El sabor era fuerte, pero apropiado para acompañar carnes rojas, pensó la chica. Quizás en sánguches, agregó la amable madre de la amable familia.


Entonces, la chica corrió la cacerola, terminó de limpiar todo y se esfumó de la cocina hacia sus habitaciones, pensando que esperaría a que la familia terminara de preparar su cena para empezar a cocinar la suya propia de ella misma.
Pero los minutos pasaban y no se escuchaban ruidos en la cocina, la madre de la amable familia estaba depilándose las pestañas en el baño y el resto de los habitantes de la morada estaban mirando televisión. Así que la chica se infiltró en la cocina vacía, se preparó un té de frutos del bosque y menta (2x1 oferta en el supermercado) y recalentó en el microondas la apetitosa cena que tenía preparada. Y se dirigió triunfante a sus habitaciones, a cenar su cena en paz con un buen libro.

Sonidos de movimientos, sartenes y cucharones comenzaron a escucharse desde la cocina. La chica todavía se sentía un poco culpable de haber demorado la cena.

Y en ese momento.
Justo en ése momento.
En ése preciso momento.

Se cortó la luz. Repito, se cortó la luz. En el lejano país de origen de la chica eso no representaría absolutamente ningún impedimento para preparar una cena, pero recordemos la pequeña diferencia cultural. No había electricidad. La chica no sabía si reírse nerviosamente hasta que la encerraran en un manicomio o cortarse las venas con un boleto de tren. Optó por la acción mas auto-conservadora de esperar a ver qué pasaba.
Se escucharon golpes en la puerta (la chica respiró aliviada cuando se abrió, no era una muchedumbre enfurecida con antorchas reclamando su cena caliente): La amable madre de familia (con el niño menor de la casa saltándole alrededor y la niña mayor de la casa hablándole insistentemente en hindi) pasaba por su habitación a ver si la chica ya había cenado y a invitarla a ir con ellos a una taberna cercana, donde se harían con unos alimentos calientes, ya que la última vez que la elecricidad había fallado, había sido un corte de toda la noche). La chica agradeció profusamente, pero explicó que ya había cenado (y creyó ver un fantasma de furia pasar por el rostro de la amable madre, pero seguramente era una combinación de su activa imaginación y la escasa visibilidad).
Así que la familia se dirigió a una taberna de nombre escocés, McDonalds. Por alguna razón, reflexionó la madre mientras se alejaba arrastrada por los pequeños, los niños no habían tenido hambre para el chapatí con curry, pero la promesa de la especialidad del chef de la taberna, hamburguesas, les había abierto el apetito.

La chica decidió que ya eran demasiadas emociones para su día de vacaciones y que mejor se iba a dormir. Y, mientras dormía, soñó que le decía algo a su madre acerca de que las cosas que uno dice no siempre son las que uno escucha que dice.

PD: Y que los cumplas muy feliz, su majestad, quienquiera que seas (pero solamente si tu reinado no incluyó guerras, asesinatos o limpiezas étnicas... ah, qué lástima entonces... no, no no. No hay torta en ese caso).
PPD: No crean todo lo que leen por ahí.
PPPD: Ningún tamarillo ha resultado herido en la preparación de este chutney.

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