lo escrito

miércoles, 12 de octubre de 2016

cárceles argentinas, roca y las tres carabelas

Estas palabras las escribí para el acto del Día del Respeto a la Diversidad del 2016. Como yo no iba a estar en el pueblo, tuve la suerte de que A., la directora del grupo de Teatro de la Biblioteca Popular (y tallerista de Teatro del CABI), aceptara leerlas por mí y repartir los papelitos de colores que se iban a usar en la actividad (los papelitos sobrantes del armado de una bella Wiphala, algún otro año). También le pedí permiso a E. para usar un texto que había publicado en su Facebook y que me pareció que resumía unas cuantas cosas. Así que, nuevamente, gracias a ambas. 


"Hace un tiempo estuve en casa de mi hermano. Después de comer, me puse a jugar con mi sobrino. Matías tiene dos años y todavía no habla, pero balbucea. Me señaló la puerta de la casa y hacia ahí fuimos, aunque no salimos del todo. Nos quedamos del lado de adentro, detrás de las rejas. Paré a Matías sobre la caja del medidor de gas y él se agarró a los barrotes, como un monito.
Era la hora de la siesta y no había movimiento en la calle.
Solo había dos chiquitos revolviendo basura en el contenedor de enfrente. Creo que eran hermanos. Uno tendría siete años y el otro cuatro. Matías se sacudió y ellos nos miraron. Después, el más grande acomodó unas cajas de cartón en el chango y empezó a empujar. Vamos, le dijo al más chico. Pero el de cuatro no nos sacaba los ojos de encima. Lo ví mejor y me impresioné. Tenía la cara llena de cicatrices. Marcas de quemaduras, parecían. El más grande empujó el chango, que sonó como un portón oxidado. Matías volvió a saltar y a gritar. El de cuatro siguió a su hermano, obediente, aunque sin dejar de mirarnos. Y de pronto clavó los pies, como diciendo: tengo que hacer algo. Sentí un frío por la espalda. El chiquito respiró hondo y corrió hacia nosotros. Su velocidad me dio miedo. Quise desprender a Matías de los barrotes y meterlo para adentro. Pero no tuve tiempo. ¿Qué haría cuando llegara? ¿Nos pegaría? El pequeño diablito llegó en menos de un segundo. Se agachó, desapareció tras la pared que sostenía las rejas, y reapareció con un globo. Se lo dio a Matías. Un globo viejo desinflado de helio. Un globo que solo llegaban a ver Matías y el nene de cuatro años. Desde donde yo estaba, no lo podía ver.
No, mi amor, le dije. Ese globo es para vos. Se lo dije con las piernas temblando. Con la voz asustada. El nene negó con la cabeza y alargó otra vez su mano con el globo. Matías se lo sacó de las manos y le agradeció a su forma, como los monitos.
El pequeño diablo volvió con el mayor a la misma velocidad con la que había llegado. Su hermano empujó el chango cargado de botellas y cartones. Ya no nos volvieron a mirar. Doblaron en la esquina y desaparecieron. El temblor de las piernas no se me iba. Un nene de cuatro años me había asustado. ¿Ese pequeño diablito? ¿De verdad le tenía miedo a un chico de setenta centímetros? ¿Era eso lo que me hacía temblar?
Agarré a Matías y lo metí adentro. Creo que un poco lo obligué. Lo mejor sería que nos pusiéramos a tirar fichas de dominó por el aire, o nos sentáramos a ver la tele.
A la noche volví a casa.
Las piernas me seguían temblando. No podía dormir. Todavía sentía mucha vergüenza y yo olía a trapo viejo mojado."
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Este texto no es mío, es de Estela Getino, que es cineasta, mujer y maratonista principiante, y que comparte estas escenas breves en su Facebook[1]. A veces, en el arte, se dice la verdad contando mentiras y no sabemos si esta historia sucedió, pero sí sabemos que es cierta.
La Conquista empezó hace más de quinientos veinticuatro años y continúa hoy. Se reedita cada vez que quien tiene algún tipo de poder, lo usa para justificar el despojo. Tuvo su réplica tardía en nuestra región con la Campaña del Desierto, y aún hoy hay quienes piensan que el exterminio puede ser bandera de cruzadas. La Conquista continuó con las maniobras que fueron despojando a quienes sobrevivieron de las tierras que les quedaban; porque lo que no lograron la masacre, la esclavitud, la enfermedad; lo continuaron y profundizaron el alcohol, la marginalidad y la pobreza, cercadas las comunidades originarias por la voracidad del estanciero, de la explotación minera y forestal, o del turismo. La ambición humana de tener más, de poseerlo todo.
La Conquista debe detenerse en cada persona, o no tendrá fin. Nuestro pueblo, este rejunte que somos, traído por el viento, nos da una oportunidad que no tuve en mi niñez, la oportunidad de crecer con la diversidad, aceptándola y aprendiendo de ella. Cuando viajaba desde mi pueblo a Buenos Aires, en colectivo al centro, o volvía cansada a la noche, viajando parada, jugaba a adivinar dónde iba a bajarse la próxima persona. Logré afinar bastante este sexto sentido, que me dejaba conseguir asientos rápido con bastante precisión. Mucho más tarde, quizás demasiado, se me ocurrió pensar cómo elegía a la siguiente persona en bajar. Era por el color de su piel, por cómo iba vestida. Encontré que hay una relación entre nuestro origen étnico y nuestros ingresos y nivel de vida.
Esto no se refleja solamente en los lugares en los que nos toca vivir. Estuve investigando un poco: Pensemos en la población carcelaria de nuestro país. Una pensaría que la distribución de los grupos debería seguir la distribución de la población. Así, si de cada 100 personas que viven en nuestro país, 6 son extranjeras, es cuanto menos raro que de cada 100 personas presas, 22 sean extranjeras[2]. Sería tres veces más. En otro informe encontré que el 85 por ciento de la población carcelaria no llegó a completar su secundaria[3]. Busqué datos sobre los orígenes socioeconómicos y veo que alrededor del 80% no cuenta con empleo fijo o es mano de obra desocupada. Parece que tener un empleo estable y la secundaria terminada hacen más difícil el ingreso al sistema penitenciario.
¿Y quiénes completan sus estudios? Flavia Terigi, investigadora en Educación, realizó una comparación entre diversos programas latinoaméricanos que intentaban apuntalar la permanencia de los chicos y chicas en las escuelas y describe el fenómeno de “vulnerabilización”. Extraigo este segmento que lo explica: “Tomamos   la   expresión   “vulnerabilizados”   (...),  en  tanto  consideramos  que  expresa  mejor  que  “vulnerables”  una  condición  que  afecta  a  vastos  sectores  de  las  poblaciones urbanas. Esa condición es el resultado histórico y (esperamos) reversible de procesos sociales que  producen  como  efecto  la  situación  de  vulnerabilidad:  los  grupos  no  “son”  vulnerables  por  alguna  condición  propia  que  los  haga  tales,  sino  que  están  colocados  en  situación  de  vulnerabilidad  por  efecto  de procesos de concentración de la riqueza, de explotación económica, de segregación en la participación política y de desigualdad en el acceso a los bienes culturales.” [4]
Les pido que hagan el siguiente ejercicio con la hojita de papel: piensen en dos personas que conozcan que hubieran querido poder terminar la primaria o la secundaria, pero no pudieron. Anoten los nombres en el papelito, primero (van a necesitar lugar para otras líneas, no ocupen toda la hoja). ¿Listo? Ahora piensen dos personas que tengan un trabajo eventual, que no tengan siempre trabajo, a veces sí y a veces no. Pero lo importante es que ustedes consideren que el trabajo que hacen es, digamos entre comillas, “menor”. Anoten. Otras dos.
Ahora otras dos personas, piensen en un nivel gerencial, o de conducción política, con responsabilidades “importantes” en un trabajo “importante” (lo digo entre comillas porque hay mucho para pensar sobre esto). Anoten sus nombres.
Y, el último grupo, si conocen, el nombre de dos personas que estén presas. Les doy tiempo…
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¿Qué nos pasa, aquí y ahora, con éstos temas? ¿Qué tienen que ver la escena de la tía aterrorizada por un niño de cuatro años portando un globo,  las poblaciones marginalizadas, el color de la piel, los asientos libres en un colectivo lleno de gente que vuelve a casa, qué tienen que ver las cárceles argentinas con Roca y las tres carabelas?
Hace un par de semanas, la Prefectura torturó a dos chicos de una villa de Buenos Aires, por portación de ropa que no se ajustaba a su idea de cómo debe vestirse una persona de la villa. Cuando los medios le preguntaron al padre del pibe de 15 qué sentía, el señor respondió: impotencia. Gracias al apoyo de las organizaciones sociales a la persecución posterior, siete prefectos fueron dados de baja de la fuerza[5]. ¿Qué tiene que ver esto con la Conquista?

¿Quiénes son los trabajadores golondrina? ¿Dónde tienen sus casas? ¿qué significa no tener tierra? ¿Qué pasa cuando se organizan, como en el caso por ejemplo del Movimiento Campesino de Santiago del Estero, el MOCASE, o el Movimiento Sin Tierra, en Brasil? ¿De quiénes son las venas abiertas de América Latina?

Alguna vez escuché a la periodista y activista Naomi Klein decir que los tiempos de las sociedades son inmensos, y que todavía, más de 500 años después, no terminamos de atender a todas las consecuencias de la Conquista de América. Quienes estaban ahí en el origen, siguen hablando hoy, por boca propia y ajena. Porque hoy estamos acá, juntos, y nuestras diferencias debieran fortalecernos y no separarnos. De la discriminación nace el miedo, que pone entre rejas tanto al puño que aplasta como al brote que surge.
La Conquista continúa, y tenemos que terminar con su historia de miedo y arrogancia. Sin miedo, somos tierra que anda: ¡Runa allpacamaska![6].





[4] Segmentación urbana  y educación  en  América Latina. Aportes de seis estudios sobre políticas de inclusión educativa  en  seis grandes ciudades  de  la región. Flavia Terigi. Revista Iberoamericana  sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación (2009) - Volumen 7, Número 4 http://www.rinace.net/reice/numeros/arts/vol7num4/art2.pdf  y otro informe encuentra que de “(…) los jóvenes urbanos cuya madre tiene baja educación, más del 40% han desertado (55% en las zonas rurales); en cambio, entre aquellos cuya madre ha completado al menos la educación primaria, la proporción bordea el 15% en las zonas urbanas y el 34% en las rurales.[4]
[6] De Atahualpa Yupanqui, “El hombre es tierra que anda.” http://www.fundacionyupanqui.com.ar/tierraqueanda.html

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