Estas palabras las escribí para el acto por el Día de la Memoria del 2016. Un día complejo, con la inoportuna visita de Barack Obama, el jefe de estado del país que apoyó todos los golpes de estado en América Latina durante los '70s.
Ellos vinieron con las Armas, pero
también vinieron con la aprobación silenciosa y el apoyo declarado de muchos
sectores. El poder económico. El poder imperialista. La Iglesia católica.
Algunos partidos políticos. Y parte de la población.
El año pasado le pregunté a mucha
gente qué era importante recordar en esta fecha. Qué era lo que no teníamos que
olvidar para que la historia no se repita. La respuesta que me quedó clavada en
el pecho fué que hay que recordar que una parte de la población pensaba que la
mejor alternativa era sacar al gobierno democrático del momento ¿Qué podía ser
peor que Isabelita y López Rega?
No voy a cometer el error de decir
que un golpe cívico militar como el del '76 fué responsabilidad de la
población, había un contexto internacional que lo impulsaba, había intereses
económicos e ideológicos, internos y externos. Y la fuerza fué aplicada por las
manos que conocemos, a través de todas las Armas de nuestra república.
Este año quiero invitarnos a pensar
cómo sostenemos la Democracia entre todos, y porqué la memoria y la verdad son
dolorosamente, trabajosamente, necesarias si queremos una justicia que
funcione, que nos sirva. Que nos sirva. Que colabore en esto de vivir en
Democracia, escuchando a todas las voces para entender la verdad.
Buscando otras voces encontré una
exposición del Juicio a las Juntas, donde un hombre, posiblemente un abogado,
relataba el caso de Cecilia Inés, de 16 años de edad, encapuchada y engrillada
en los altillos de la Casa de Oficiales de la ESMA. La habían capturado gracias
a los datos que había proporcionado su hermana, a quién le habían dicho que
sólo la iban a interrogar. Su hermana creía que así le salvaba la vida. Cecilia
Inés permanece hoy en situación de desaparecida.
Subversión, una palabra que ha sido
declarada culpable, y de la que debiéramos conocer su significado real.
Ellos vinieron con las armas, y se
llevaron las fuentes de trabajo. También escuché la voz del joven líder
piquetero Darío Santillán, a principios de 2002, horas antes de que lo rematara
la policía en Puente Pueyrredón y algunos medios intentaran hacerlo pasar como
una víctima más de la crisis. “La crisis causó dos nuevas muertes”, fué el
titular de Clarín, ilustrado por una foto de dos cuerpos observados por algunos
efectivos. Un día después, el reportero gráfico que había capturado la
secuencia logró difundir la verdad, y se supo que, se les habían levantado las
piernas para que se desangraran más rápido y no pudieran ser socorridos. En la
entrevista Darío dice: “antes del 20 de diciembre eramos los desocupados los
que iban llevando la lucha, ahora nos encontramos involucrados prácticamente
todos los sectores. El tema es como vamos coordinando las luchas para que vayan
siendo mucho más fuertes.”
Piqueteros. Los violentos, dicen las
voces que declaran culpable lo que no les conviene. ¿No ves los palos que
llevan a todas las marchas? Hay que entender el significado real de esos palos
para cargarle las culpas a quien corresponde.
Ellos vinieron con las armas. Ellas
se encontraron primero en las Comisarías, en los Hospitales, en los Tribunales,
y compartiendo su miedo y su angustia, caminaron en la Plaza de Mayo. Circulen,
les dijeron. Y ellas escucharon y nunca se detuvieron. ¿Quién puede pararse
frente a una Madre o una Abuela y no ceder ante ése dolor? Hablo de Estela
Carlotto, que esta semana salió al cruce de los medios que intentaban sembrar
discordia en el movimiento de DDHH, diciendo que ella se iba a encontrar con el
Presidente de EEUU. “Eso no es verdad, y en todo caso si se produce una reunión
será con todos los organismos”, aclaró. Hablo de Hebe de Bonafini gritando en
Plaza de Mayo, sí, como una loca: “El otro soy yo”.
Las madres. Las locas de la plaza.
También culpables de criar hijos comunistas, gremialistas, culpables de criar
hijos culpables. Hay que entender qué es que te arranquen a tus hijos, a tus
hermanos de tu casa. Hay que entender porqué.
Durante el Proceso se perdieron
vidas, en su mayoría culpables. Culpables de querer construir orgánicamente una
sociedad más justa. Si nos olvidamos de todo, no nos olvidemos de que el
exterminio fué sistemático. Y que es una herramienta que fué utilizada ayer y
sigue siendo utilizada hoy.
Alcanzar la justicia para la
sociedad en su conjunto va en contra del interés de los poderosos de turno,
cuyo poder emana precisamente de mantener el control sobre el resto de la
población (control social, económico, alimentario, de vivienda, de trabajo, de
los cuerpos). No es el poder de crear, de producir, sino el poder de
apropiarse. De ser dueño.
A esto es obligatorio resistir, y esta resistencia toma diferentes
formas. Luchar por el nuevo edificio del Secundario, por ejemplo. Participar,
reclamar, denunciar, construir. La democracia lleva mucho trabajo pero, si no
hacemos este trabajo, nos sacan la vida de las manos.
Otra cosa que quisiera que
recordemos es que a la Democracia no la ejercemos sólo en el minuto que
votamos: la ejercemos cuando vivimos, cuando comemos, cuando trabajamos, cuando
escuchamos al otro y construimos con el otro que me acompaña, que me interpela.
Cecilia, Dario y Maxi, Azucena,
están presentes acá hoy, llamándonos a seguir involucrados. Construyamos
Justicia, para que “culpables” sean los que cercenan vidas, los que venden o
envenenan nuestro futuro, los que no nos dejan crecer en libertad.